jueves, 27 de diciembre de 2012

No trataba de huir del mundo, pero sí que el mundo, huyera de ella.


Quedarse esperando algo que no se vislumbra a lo lejos, es como tratar de coger un sentimiento con las manos. Envolviéndose con miedo, es como trataba de vivir. Apartando lo que no era para ella, lo que tenía otro nombre, otro lugar, porque ya desde antes se excusaba huyendo de sí misma.  Viviendo en una nota perdida en alguna melodía, pero que nadie conocía. Ocultaba detrás de muchos kilómetros las sonrisas que ansiaba compartir, dar y recibir. Las dejaba en una vía, esperando por un algo, algo que las llevara lejos junto a alguien. Usaba una venda, para no darse cuenta de que estaba sola. Que no le quedaban escusas, para imaginar que alguien vendría, y le contaría historias imposibles, que la hicieran soñar. Se llenaba a sí misma de promesas que no cumpliría, no necesitaba a nadie para ello. Se alimentaba del sentimiento que más destacaba en ese momento, el más le dolía. Para hacerlo pedacitos, pequeñitos, y que pudiera digerirlo mejor. Se solía dormir, dándole la espalda a la pared, para sentir que algo la mantenía allí. Que no la dejaría caerse. Pero a mitad de la noche, se daba la vuelta, y esperaba por un empujón que la tirase de la cama, que la despertase y se la llevara lejos. Trataba de olvidar los sueños, para que su vida, fuera en sí, uno de ellos. Y ellos, fueran en sí su vida. 

Hablo de aquella que caminaba intentando atrapar estrellas con una red. Que quería que el mundo huyera de ella, cuando ella, le había seducido.

martes, 18 de diciembre de 2012

De cuando pensaba que dos más dos, era un pez, porque yo no veía el cuatro.

Me voy. No sin antes decirte que recuerdo aquel día que nos vimos. La primera vez. Nuestro encuentro. 
Todo estaba relativamente oscuro. Tus ojos, acostumbrados a la oscuridad, no eran capaces de distinguir nada. Como si tuvieras una venda en cada sentido. Como si un espesor taponara tus arterias. 
La ansiedad, se apoderó de ti, esa misma, que te hacía gemir incontables veces. 
Una sobredosis de adrenalina iba apoderándose de la poca razón que te quedaba e intentaba huir por tu oído derecho. Tus latidos, se amoldan al compás del silencio. Atenuando te. Tu piel se iba intoxicando a base de bruma concentrada en el aire. Tus pulmones se perforaban, se detenían, se debilitaban. Sentiste como el calor que guardabas, se extinguía en ti. Extinguiendo te. Llevándote consigo. Pero llegué yo. Devolviéndole la vida. Reviviendo te

Y hoy, presa de la indiferencia, en busca de no sé qué. He decidido dejarte. No me llenas. Eres demasiado esquizofrénica. Atte: Tu cordura.