Me voy. No sin antes decirte que recuerdo aquel día que nos vimos. La primera vez. Nuestro encuentro.
Todo estaba relativamente oscuro. Tus ojos, acostumbrados a la oscuridad, no eran capaces de distinguir nada. Como si tuvieras una venda en cada sentido. Como si un espesor taponara tus arterias.
La ansiedad, se apoderó de ti, esa misma, que te hacía gemir incontables veces.
Una sobredosis de adrenalina iba apoderándose de la poca razón que te quedaba e intentaba huir por tu oído derecho. Tus latidos, se amoldan al compás del silencio. Atenuando te. Tu piel se iba intoxicando a base de bruma concentrada en el aire. Tus pulmones se perforaban, se detenían, se debilitaban. Sentiste como el calor que guardabas, se extinguía en ti. Extinguiendo te. Llevándote consigo. Pero llegué yo. Devolviéndole la vida. Reviviendo te.
Y hoy, presa de la indiferencia, en busca de no sé qué. He decidido dejarte. No me llenas. Eres demasiado esquizofrénica. Atte: Tu cordura.
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