domingo, 29 de junio de 2014
Amar y desamar.
Le gustaba hacer el desamor entre las sábanas de la cama de arriba. Recorrer y marcarse la piel con los dientes, dejando una firma inconfundible. Taparse los ojos y robarse besos. De esos que no se devolvían nunca. Que eran para siempre. Se vomitaban los sentimientos porque eran incapaces de digerirlos. Era algo que ni ellos mismos se tragaban. Un libro, una película, una canción, un teatro. Se enzarzaban en una lucha por ver quién era el dominante -quien amaba- y quién el sumiso -quien era amado-. Al final todo acaba en tablas para ambos, porque ninguno podía amar sin que lo amaran. Y, entre las sábanas de la cama de abajo, acababan haciendo el amor.
Prólogo: El inicio en el final.
Nadie se da cuenta de que mi vida, gira alrededor de un libro. Un libro en blanco que nadie puede leer, lleno de mí. Quizás esto solo sea una metáfora para deciros que nunca a habido nadie que me haya entendido. Que para mí el mundo está lleno de desconocidos que, a veces, quieren conocerse. Y así nace el amor. Cuando un libro se convierte en la continuación de otro, cuando al principio, ni siquiera lo imaginabas.
Luego hay libros que se acaban, libros que nunca se terminan, a medio escribir. Unos escritos con la mano temblorosa y otros firmemente. Mi libro está apenas sin empezar y no tengo pensado ningún gran final, y, mucho menos, una continuación. Pero yo sabía que nadie querría leer(me). Miis capítulos están llenos de ti y sé que yo aparezco en alguno de los tuyos. Aunque también sé que nunca podré ser la segunda parte de tus días, y desaparecerás en algún lugar de mis próximas páginas, y, aun así, me falta valor para dejar de escribir.
La luz entra por la ventana, el tiempo se detiene, y yo no lo entiendo. Pero, por favor, dile al amor que me rindo, que nunca nos entendimos. Que no soy yo, que es él. Que no me llame más. Que no me de un para siempre con fecha de caducidad, y que se deje de tópicos absurdos que hoy he tachado de mi prólogo.
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