Nunca preguntó por qué, simplemente, se dejó llevar hacia dentro, hasta el final, donde ya no hubo marcha atrás. Varada en una playa, habiéndose perdido no una vez, ni dos, sino infinitas veces en aquellos momentos, que le parecían tan suyos. Paseaba por la orilla de los labios que creía conocer, pero que al mirar atrás habían borrado todas las huellas de su paso por allí. Y ahora no era nada más que el roce de un cuerpo con un recuerdo. Los restos de la melodía de una voz que enmudeció. El leve olor que permanecía huyendo de sus manos, y que trataba de coger desesperadamente. Y poco a poco, hablamos de aquella que aprendió a vivir en el recuerdo, que contaba historias a las estrellas de día.
Quien dejó de ser sin preguntarse por qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario