Más ciegos que dos ciegos que no quieren verse.
Eran más de las 7 de la mañana cuando decidió darse por vencido. Él no estaba hecho para soñar. Ni siquiera podía decir que estuviera completamente hecho. Cansado de dar vueltas en la cama, encontrándose una pesadilla en cada esquina, echó a correr. A huir de todos y de todo. A llenar su cabeza de basura, para sentirse lleno y ahorrarse las heridas. Porque quién no sabía que era la última basura escondida en este país, y en este planeta, y en este mundo y en cualquier otro. Ya no quedaban sueños, ya no quedaba nada y eso era lo más triste. Pero había alguien que había visto, más allá de la capa de mugre creada por sus complejos, por su soledad. Y estaba ya tan ciego, que ni eso era capaz de ver. Y acabó perdiendo la oportunidad de ser feliz, por lamentarse de su infelicidad.
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