Era algo que ella conocía muy bien, y se repetía día a día. Su monotonía. Porque sí. Porque era suya, ella era la que la vivía, la que aguantaba, y la que caía una y otra vez en su repetición. Quizás era ella la que no quería salir de aquel bucle iterativo al que se había acostumbrado. Ella había visto irse todo lo que llegaba, y se había quedado quieta cuando era golpeada, una y otra vez, por la realidad. Que siempre iba de frente. Y contra ella. Tal vez es por eso que dejó de mirar hacia adelante, para aferrarse al camino que ya había andado, corrido, y en el que se había caído tantas veces. Ya ni siquiera sabía si seguía andando o se había quedado quieta, atrapada, en un pedazo del trayecto. Todo era pura rutina. Decadencia,
-Oye.
- Déjame
- ¡Ey!
- Olvídame.
- He vuelto.
- No, tú te fuiste, que estés aquí no significa que hayas vuelto.
Y fue por eso de que solamente miraba hacia atrás, que no vio la decadente brecha que se abría delante suya.
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