domingo, 2 de septiembre de 2012

Todos los principios, tienen un final. ¿Pero los finales? Esos, nunca se acaban.

Mientras un cigarrillo degustaba con ansiedad sus labios, devorándolos salvajemente sin pudor alguno, algo dentro de ella se rompía en canciones. Melodías de jazz, que atacaban a su cuerpo haciéndole vibrar y sentir tensarse cada músculo de este. Algo de rock duro, estacionado en su cabeza, sin pedir antes la reserva, viviendo por, y para ella y como no, volviéndola rematadamente loca. El punk se dedicaba a matar células, sus neuronas, para que después de aquella violación de su intimidad, no recordara nada. El cigarrillo, se consumía despacio, insertado entre labio y labio, sintiendo placer con cada calada. Un vaso lleno de Jack Daniels iba y venia de vez en cuando. El hielo chocaba con el cristal, y mientras se derretía, se mezclaba con el whisky, dándole sabor aguado. Al final de aquel orgasmo de sensaciones, solo quedó una colilla, un vaso, miles de recuerdos, y un sabor amargo en los labios. 
Como uno de esos finales, que nunca se acaban.

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