jueves, 23 de agosto de 2012
El paraíso de un poeta, con corazón de conquistador impaciente en busca de versos.
A veces oigo la música de algún café. Y de repente todo se vuelve antiguo. Familiar. Lleno de mesas pequeñas, de roble, que dan un olor burlesco al lugar. Al fondo la cantante de jazz suelta gemidos, que toman las curvas de su cuerpo a 120 por hora, y se convierten en placer para los demás. El pianista, aporrea las teclas de su piano, para acompañar a tan insólita persona. El camarero seca vasos, mientras mueve mentalmente al compás de cada son. La gente charla amigablemente, mientras el solo de piano se da a relucir. Se sienta en una de las mesas, y espera por la camarera. Esa que mueve sus caderas, y que hace que a cualquier muchacho se le desvíe la vista, como a él. En un mundo paralelo, ella iría de café en café, buscando ideas para sus sueños. Pero en la realidad, ese oficio se ha quedado atrás. El tiempo ya daba de sí en él, su viejo amigo, el que se las llevaba a todas por delante. El que no esperaba por nadie, pero siempre llegaba tarde.
Va de una tarde de verano, cuando viejo insólito conquistador, buscaba versos para su amada, la poesía.
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